El auto daba vueltas por mi puerto.
Era un Martes, 6 de Julio.
El amanecer y sus calles desiertas, me recordó mis salidas matutinas a la Universidad.
No sé por qué, se me vinieron a la mente esas madrugadas de estudio. Me veía caminando sola por la calle, a dar mis examenes orales, tomando el primer taxibus del recorrido, sin haber dormido nada.
Tan temprano. Tan sola. Con tanto frío.
Y el chofer con cara de primer día de clases o a veces, con cara de fin de año.
El auto, viró por los Tribunales, por la Plaza de Armas, la Parroquia, mi antiguo colegio . . .Y de tan conocida, aquella ciudad, de pronto me resultó ajena.
Esta vez, no iba sola y no tenía frío. No me esperaba una comisión de profesores. No pretendía obtener el incansable 1oo.
No. Esta vez, iba a dar a luz un hijo.
Una vida se desprendería de mi propia vida.
Sentí el nido vacío. Pensé, que sería de mi sin él en mi vientre.
Qué poca cosa sería sin él en mi vientre.