02 julio, 2006



Una tarde de un 5 de Julio, salí de la consulta del Obstetra.

En el tercer piso, mi madre me revolvió la cartera hasta encontrar cuanto documento me pidieron.

Cuando salí del Sanatario, sólo veía esa hermosa tarde de Julio.

Miré hacia enfrente: el río Bío Bío era mi testigo.

Sus aguas estaban calmas. Tan calmas, como aquella tarde.

Guardaba silencio. El silencio previo a los grandes cambios de nuestra vida.

Apenas caminaba, con mi barriga abultada. Tan indefensa como mi niño en mi vientre.


De pronto escuché la voz de mi madre. Creo que hacía rato que me hablaba. Pero sus palabras se diluían en mi silencio.

"Sí, debo avisarle"- respondí.

Sentí cierto placer al tomar el celular. Imaginé su rostro al enterarse de la noticia. Pensé que se desarmaría su escudo implacable. Pensé en sus armaduras, cayendo al suelo. En su fortaleza, desmoronada.

Contestó, y sólo le dije: "Mañana, a las 8 de la mañana, me hospitalizo". Al principio no comprendió. Lo sobrepasó la noticia. Quizás no quería entender. Había perdido la apuesta de que nacería el 27 de Julio.

No recuerdo como, pero reaccionó. Con voz nerviosa, alegre, entrecortada, exclamó: "¡Mañana!"...no recuerdo que más fue lo que dijo...

creo que no me importaba . . .

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