24 agosto, 2006

Ha arribado a mi noche, sin su maleta de promesas.

Sus bolsillos están vacíos de palabras y gastados juramentos.

En la embestida de sus silencios,

los sonidos nocturnos se asemejan a los clamores de la madrugada.

Se anticipa un amanecer en las comisuras de su boca.

Su mirada fugitiva, descansa en mi, después de la huída,

desde aquellos lugares donde sus ojos pretendieron la ternura.

Se desarma ahora la dureza en sus pupilas,

se desarma en su recorrido desde mis ojos,

su mirada detenida en mis labios,

inquietando mi cuello,

desnudando mis hombros

y todas las palabras de amor que melodían nuestro silencio.

Mis ropas, estropeadas por su mirada,

son ahora el desecho de mi soledad.

Los arapos del desenfreno visten

mi semi desnudez.

Ninguno dijo nada. El amor no se pronuncia.