23 diciembre, 2009

Luis Eduardo

¿estás ahí?

A veces mi corazón está desierto de bondades

Luis Eduardo, fuiste tú quien recibió mi corazón desierto

Luis Eduardo, fui yo quien te entregó mi corazón desierto

No me gusta, Luis Eduardo, no me gusta la sequedad

esa aridez, Luis Eduardo, como en la cárcel de Arica,

¿lo recuerdas?

¿Recuerdas que te conté que me fui a Arica?

y, así está ahora mi corazón, Luis Eduardo . . .

Luis Eduardo, no sólo está así . . .

Luis Eduardo, siento que mi corazón está en Acha. . .

Luis Eduardo, sólo a tí puedo decirtelo...

Ya te lo dije


Fuiste tu quien recibió mi corazón desierto . . .
Se avecina un cataclismo
Era cierto,
el tiempo se mide por catástrofes humanas.

Declaro un amor increyente
Declaro un amor que agoniza
Declaro un amor que cae al vacío.

Declaro un amor convertido en la nada

Y, tu lo sabes,


"la nada es el vacío que queda".

PARA DAVID

David me visita desde su fortaleza,
sale de ese paraíso en que guarda su soledad

y se atreve a este caos, donde mueren héroes, donde se cavan tumbas

Y la Ale va a su fortaleza como quien busca un remanso
es un lugar hermoso y tiene aroma a David

Al David, siempre al límite de sus sentidos
a ese David sensible, permeable....

Un David, con aroma a bellezas, lágrimas y flores.

Y ahora, una Ale agradecida, una Ale que declaró su Cristianismo
que tan indigna se sentía

es que pensaba en aquella, la que no usó la última bala,

pensaba en MARTÍN

en cuanto la esperaba. . .

Porque, entre tanta muerte anunciada,

entre tanta blasfemia y cuánta heregia,

no sabía como nombrar a Cristo. . .

y, vino David a rescatarla de su miseria

vino a perdonárle su dualidad despiadada,
vino David,
y no olvido traer su pureza,

gracias David, porque me has perdonado

quizás tu perdón me convenza del perdón de mi Dios


Avanza la noche

lloro sobre tus heridas


Te pienso amante

Te pienso padre

Te pienso amigo

Te pienso compañero

Te pienso hermano

Te pienso hijo



No sé cómo me convertí en tu mujer

No sé desde cuándo soy tuya



Y quisiera mirarla a los ojos

tengo tanto que agradecerle



Y quisiera mirarla a los ojos

desafiar sus puñaladas

decirle que lloro sobre tu sangre


Y que alce ante mí su puñal

decirle que amo el filo de su arma

que lo entierre en mi corazón
porque antes estuvo en el tuyo.
Silencio


aprendo a amar sobre sus heridas

soy la hembra que lame sus cicatrices

mi corazón desosegado

condenado a una porfiada humanidad

es mi amante

es mi amado

es amable,

amable,

tan fácil es amarlo

tan difícil su consuelo

Pobreza mía
que se jactaba de conocer el amor

Miseria mía
mi amor no le alcanza

Le daría de beber de mis lágrimas
si fueran humedad de amor

es que nunca había llorado el dolor de un amado

¿qué brebaje será el de esas lágrimas?

¿qué es lo que lloro cuando lloro sus heridas?

¿lloro su dolor?
¿lloro mi amor?

Dime, impaciencia mía

esta noche no dormiré
velaré su sueño cansado

esta noche lloraré sobre sus heridas

sólo quizás

quizás una sola lágrima sobre su sangre. . . .