
Gracias, Dulcemeis . . . adivinas mi deseo de volar.
Es que no quiero quedarme en la playa comiendo carroña.
Me niego al vuelo bajo y ligero.
Sólo quiero desplegar mis alas, aunque tropiece con las rocas.
Aunque mis alas sangren en mis vuelos fallidos.
Y la bandada, me exilie como a Juan Salvador.
Si el exilio no es más que el castigo por ser uno mismo. . . .
Prefiero el castigo . . .