Cuando me dio la bienvenida al "mundo de los seres humanos", se sonrió.
"Bienvenida al mundo de los seres humanos"- me dijo.
Y mi llanto pasó a los sollozos.
Me remeció su mirada y su sonrisa sarcástica.
Es ridículo, pero sentí su bienvenida. . .
Una bienvenida irónica y cortez . . .
Una bienvenidad dolorosa . . .
Me resistía a ese mundo de soledades, de dolores, de porfiadas ansias de felicidad.
Estaba en mi dictadura, de diosa inalterable, donde se condena todo llanto inoportuno y el insulto de la mortalidad. En ese mundo, donde no se admiten soledades ni carencias de amor.
¿Quién podrá darme, ahora, nuevamente la bienvenida? . . .
Ahora, que he regresado a mi propia dictadura . . .
Ahora, que necesito llorar . . .