Te dibujé a mi antojo,
rehice tu cuerpo con mis manos,
no perdoné un sólo rincón de tu territorio indomable,
mis labios perfilaron en ti mi deseo
hasta el roze de tu corazón indolente.
Pensé que emergerías entre las sábanas
rezando el credo de los amantes,
que con aromas de eternidad perfumarías mis jardines.
Y, aún sin deflorar, la pasión es sólo un bosquejo.