28 septiembre, 2006


Sumergida en la levedad,tan liviana e imperceptible,mis pasos ya no hacen ruido y mi sombra no me persigue.
Frente a mi espejo me observa una mujer que me recuerda a alguien.
Todas las noches, en mi cama yace un cuerpo desvelado y de amanecida una niña llora siempre las mismas lágrimas.
Las calles son laberintos, me llevan a todas partes y a ningún lugar.




Vivo sobre mí,
sobre mí vivo o
sobrevivo.

Las pecas en mi pecho son la huella de nuestros veranos.
El lunar del muslo en mi pierna derecha es la medida para mis faldas.
Tus abrazos por detras, son el preludio de nuestros juegos.
Ese gesto predecible anticipa una de tus mentiras.
Los días grises son el residuo de nuestras viejas caminatas.
Tus llamadas ocasionales son la insinuación de tu deseo de recordar.
Tu nombre es el preludio de mi adolescencia.
Tu presencia es la huella de mi pasado.
Tu ausencia es el inicio de mi presente.