22 julio, 2006


Sólo tenía 19 años.
Llevaba unos cuantos amores hasta entonces. Que hasta entonces me atrevía a llamar amores.
Conversé con él el primer día que fui a la Universidad. Entrecruzabamos las palabras inocentes, desconocidos, tan ajenos, tan ingenuos... sin saber que sus sonidos inocuos serían, muy temprano, el más grandioso vocablo . . .
Después me dijo que le había llamado la atención mi valentía, como me había negado a dar dinero a cambio de que no me tirararan agua oxigenada al pelo, como los encaré simplemente y tampoco me cortaron ni un mechón...

Un día lo encontré sentado en un banco de la Universidad. Recuerdo los árboles con sus amarillos rojizos, insinuando el Otoño, con hojas multicolores. Los jardines de la Universidad, la mejor tregua de las aulas. . . ahora adornados por él, solitario, leyendo, con una bitacora y un lápiz a su lado...

La bitácora que después siempre vi en sus manos. La bitácura llena de los dibujos de sus muchos mundos....Los mundos que confesaba, habitaban en su mente; que decía visitar constantemente...mundos con muchos soles, astros y constelaciones...


No sé en que momento levantó la vista, no recuerdo si me llamó por mi nombre, sólo sé que me senté a su lado. "estaba haciendo un análisis de mi bioritmo"- me dijo. Que raro- pensé- jamás había pensado en mi bioritmo...

Mi bioritmo, no fue lo único que comencé a pensar desde aquel momento. . .Mucho tiempo, después, mi mente navegaba en sus propios pensamientos y él se sumergía en los míos . . .

Me invitó un jugo. Fuimos a la cafetería. Sí, "al ombligo", y tomamos un jugo de naranja. No recuerdo que pasó después. Sé que fuimos a clases. Nada más. No recuerdo nada más de aquel día.

Una tarde, después de clases, hice con él el largo recorrido al paradero de la locomoción. Caminamos por esas calles de Concepción, más atractivas, a esa hora. La caminata fue más lenta de lo habitual. Estaba muy oscuro, cuando escuché que me preguntó: "¿cómo es la relación con tu pololo?". Guardé silencio. No sabía que responder. Era una pregunta que sólo hasta ese momento supe de difícil respuesta. No recuerdo lo que le dije. Sólo sé que me fui en el taxibus, todo el viaje hacia mi casa, repitiéndome esa pregunta. Sin encontrar una respuesta, por cierto.

Mi pololo me esperaba en el paradero. Bajé del taxibus. Lo besé. Creo que fue un beso como todos, las palabras fueron cotidianas; sólo recuerdo que mi mirada fue distinta. Lo obserbaba a él, me observaba a mi, observaba eso nuestro que ya llebaba 3 años. Trataba de responder aquella pregunta que no dejaba de dar vueltas en mi cabeza. Ahora entiendo que sabía la respuesta, pero por temor o cautela no quería dármela.

No sé cuantos días pasaron, creo que semanas. Sólo recuerdo que una tarde mi pololo llegó a mi casa y con toda honestidad, aunque sin mucha sutileza, le dije: "te quiero, pero no te amo" . Aquella conversación no fue demasiado larga. Lo eterno fue su dolor, el dolor que le causé con mi franqueza. Me buscó muchas veces, demasiadas para mi corazón culpable. Nunca le había mentido. Como iba a mentirle entonces. Además, sabía que en esos 3 años, una sola vez, se me escapó un "te amo". Lo recordaba bien. Fue una sola vez.